# Educar o Formar
La educación de los hijos no es una tarea fácil, requiere de dedicación, tiempo y sobre todo una gran dosis de amor, si comenzamos a replantear que estamos haciendo bien y que estamos haciendo mal, encontraremos la posibilidad de replantear cuál es el camino en la ardua y a la vez gratificante tarea de cultivar niños, niñas y adolescentes; educar o formar.
“El afecto se mantiene con base en la estimulación que se recibe de los otros ( refuerzo positivo) La mejor manera de mantener el afecto, es dar mucho afecto” Derlega, V.S. (1989)
¿Qué defectos podemos pulir y mejorar?
¿Qué criterios
aplicamos para educar a nuestros hijos?
¿Conocemos estrategias para hacerlo de forma adecuada?
¿Hay acuerdo entre nosotros sobre la manera de educar?
¿Qué valores les transmitimos y de qué modo lo
hacemos?
¿Cómo es
nuestra relación con los hijos?
¿Nos
comunicamos adecuadamente con ellos?
¿En qué
aspectos podemos mejorar?
De otro lado ante estos cuestionamientos estamos
obligados a descubrir y a buscar estrategias que nos acerquen a encontrar
respuestas a las múltiples preguntas en el arte de educar o formar a nuestros
hijos.
Educar a los hijos no es sólo una cuestión de toma de
conciencia o de adquisición de determinados conocimientos. Nuestros buenos
sentimientos no nos convierten automáticamente en buenos educadores. Educar
requiere de un esfuerzo consciente en el que con frecuencia será necesario
revisar nuestras actitudes, aprender a conocernos mejor y a conocer, entender y
descubrir a nuestros hijos, modificar hábitos a veces muy arraigados, revisar
determinadas habilidades sociales que se ponen en juego en nuestra relación con
los hijos. Algunas familias no encuentran en el hogar apoyo, ni salidas a sus
conflictos y problemas cotidianos. En algunos casos, éstos incluso se agravan
en el entorno familiar, y se enrarecen las relaciones. Los miembros se limitan
casi a sobrevivir y a soportar con resignación el tiempo que tienen para estar
juntos.
Siempre podemos mejorar y debemos hacerlo si queremos construir
una mejor sociedad más humana y más humanizante.
El hogar no es
un sitio de paso, que únicamente satisface necesidades básicas propias de la
supervivencia, como la alimentación o el sueño. Es un espacio que debe
posibilitar una convivencia real, para el aprendizaje y el enriquecimiento
mutuo, para la armonía, el bienestar y la felicidad de todos y cada uno de sus
miembros
Para Ballenato Prieto
(2007) Aprender a educar es prevenir. Muchas intervenciones profesionales en el
ámbito familiar serían innecesarias si se hubiese realizado una labor previa de
prevención. En este sentido, probablemente los tres primeros años de la vida
resultan decisivos. Constituyen una etapa en la que el niño comienza a
construir su imagen del mundo y va configurando su forma de interactuar con él.
Es un periodo crítico en el que las experiencias que se han vivido dejan una
huella importante. Esto no quiere decir que lo que haya ocurrido en esos
primeros años de la vida sea tan definitivo que no dé opción a posibles cambios
posteriores que permitan mejorar o corregir, por ejemplo, posibles déficits.
Diversos profesionales, como es el caso de psicólogos, pedagogos, profesores y
expertos afines, tienen el privilegio de conocer el tema de la educación por su
propia formación académica. Esto les permite disponer de todo un arsenal de
criterios y estrategias. Lo cierto es que muchas nociones y conocimientos
básicos de psicología deberían estar al alcance de todas las personas.
Constituyen un complemento necesario de la formación personal y aportan
herramientas fundamentales para entender los principios que rigen la conducta,
el pensamiento, las emociones y las relaciones humanas. Pero, aunque educar
requiere conocimiento y madurez, también precisa ilusión y deseo, y éste es el
verdadero motor que afortunadamente mueve a muchos padres. El papel de la
familia La sociedad se va adaptando progresivamente a las nuevas estructuras
familiares que van surgiendo. Algunas resultan más complejas, y las
interacciones entre sus miembros ya no ofrecen la claridad del reparto de
funciones que era característico de la familia nuclear. Esta circunstancia hace
necesario el establecimiento de nuevos encajes y adaptaciones en la relación
familiar.
Las tipologías de familia han ido cambiando simultáneamente,
la familia nuclear ha ido disminuyendo, instaurándose ahora las familias
extensas y las familias recompuestas y familias monoparentales.
Por: Maria Idalid Martínez Cardona
Docente Orientadora
Bibliografía
Educar sin gritar: padres e hijos: Convivencia o
supervivencia?
G Ballenato - 2007 - books.google.com
Lectura recomendada
Estrategias de aprendizaje y
motivación en el entorno virtual
GB Prieto - RELADA-Revista Electrónica de ADA-Madrid,
2009 - polired.upm.es
Comentarios
Publicar un comentario